El misterio del colegio embrujado by Ulises Cabal

El misterio del colegio embrujado by Ulises Cabal

autor:Ulises Cabal [Cabal, Ulises]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 1989-01-01T00:00:00+00:00


8. Ulises no se rinde jamás

UNOS pasos felinos se acercaron hasta la oreja de Ulises.

Era Charro. Jugueteó con el bigote de su amigo, que parecía muerto. Insistió, y empezó a lamer con su rasposa lengua la oreja de Ulises; eso surtió efecto, gracias a que Ulises guardaba en sus orejas un arsenal de cosquillas.

Tosiendo, atontado, Ulises abrió los ojos. Reaccionó en segundos, ante el inminente peligro de volver a caer sin sentido o de salir volando por los aires.

Arrastrándose, luchando por no perder la consciencia, tratando de no aspirar el gas letal, consiguió cerrar la llave de la bombona.

Alcanzar la manilla de la ventana le costó otro esfuerzo sobrehumano. Entre grandes arcadas y toses, consiguió aspirar un poco de aire puro.

En ese instante, alguien entró en la cocina. Era Mauro. De sus labios colgaba un pitillo que estaba a punto de encender. Tenía el mechero en la mano, y el pulgar a punto de pulsar la ruedecilla que produciría la chispa que les haría volar por los aires.

—¡Nooooo! —chilló Ulises, en un grito medio ahogado. Se abalanzó sobre Mauro y le derribó por los suelos.

Décimas de segundo habían salvado a los dos detectives de morir despedazados en una terrible explosión.

Tosiendo, Ulises intentaba levantarse. Mauro le tendió la mano.

—¡Es un escape de gas! Gracias, Ulises; me has salvado la vida.

—La tuya y la mía —exclamó con la voz entrecortada por la asfixia—. Pero las gracias hay que dárselas al gato.

—¿A qué gato?

Charro había desaparecido. Ulises se apoyó en Mauro, y ambos salieron de la cocina.

Javier, preocupado por la tardanza de su amigo, bajaba a buscarle.

—¡Cielo santo! ¿Qué ha ocurrido?

Sentaron a Ulises en el sofá de la sala. Unos chicos se arremolinaron a su alrededor. Javier les echó de allí.

—¡Vamos, vamos! A estudiar…

Ulises se llevó la mano al lado izquierdo de la nuca, y al retirársela descubrió que estaba cubierta de sangre.

—¡Por Dios, Ulises! —dijo espantado su amigo—. ¡Que alguien traiga el botiquín! —Mirando a Mauro, le preguntó—: ¿Qué ha pasado?

—Que hemos estado a punto de volar por los aires.

La noticia se propagó como la pólvora; por todo el colegio corría de boca en boca la misma noticia: el “Marqués de Bracamonte” había estado a punto de saltar en mil pedazos.



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